Los días transcurren lentos, diría yo que un poco melosos, es el mes de febrero y de alguna forma se siente que cupido, anda suelto y haciendo sus travesuras, que sus flechas pasan zumbando muy cerca; el aroma dulce de las flores que se adelantan artificialmente a la primavera penetra mi olfato y aletarga mis pensamientos; una lluvia ligera se vuelve cómplice de los enamorados juntándolos muy unidos en un abrazo apretado bajo el paraguas con la excusa de no mojarse.
En los cafés, adornados con grandes y coloridos corazones rojos las parejas de jóvenes se besan sin casi dar tiempo a respirar, declarando a intervalos su amor eterno que quizá los vientos de marzo o los calores de mayo se los lleven lejos, muy lejos, al lugar donde llegan y se guardan las ilusiones fallidas, aquellas que quizá por falta de amor, o simultaneidad de este, falta de comunicación o miedo al matrimonio, los celos suelen ser también un motivo, esos amores que no pudieron ser, terminan en ese lugar que de rojo pación se transforma a morado de martirio o negro de odio.
En febrero todo es rojo: amor, corazones, rosas y las cajas de los chocolates, todo huele a perfume y a miel, todo son suspiros y besos llenos de ilusión, deseo que cupido cuide de los tortolitos que en estos días ha unido de un flechazo, si no el San Valentín, si no al menos el acróbata de San Antonio que padece continuos dolores de cabeza…