La luna todavía no abandona la
tierra, la niebla y el viento frío cubren el campamento azteca, los guerreros
duermen un sueño intranquilo, saben que el enemigo está muy cerca y que la
clarear el día la batalla será justo en el campo frente a ellos, el enemigo es
fuerte y sus hombres bravos, ellos también medio duermen sabiendo que mañana
todos pueden morir. La batalla esta lista los guerreros buscaran obtener el
mayor numero de cautivos para sacrificar a los dioses, la sequía ha sido
grande, las lluvias se han retirado y la comida escasea, son necesarios los
sacrificio para calmar el enojo de los
dioses. Todos han descansado con los atavíos de guerra puestos y las armas a un
lado. Listos para ponerse de pie tan pronto asomen en el horizonte los primeros
rayos del sol, tomar un almuerzo frugal y alinearse como ya fue dispuesto
por los generales y el emperador, los
caballeros águila y tigre son los de más experiencia y organizaran al resto del
ejército.
Ya están todo listos en ambos lados y avanzan
lentamente como queriendo ahorrar energía pues saben que la jornada será larga
y agotadora, el emperador con sus augureros y adivinos ven que les depara el destino, si es malo
trataran de cambiarlo de alguna manera, a la distancia se escuchan ya los
gritos de guerra que inician a la guerra, los nuevos guerreros trataran de
capturar enemigos para demostrar su valor.
La sangre forma ya grandes charcos
en el campo de batalla, ha pasado medio día el cielo azul carente de nubes, es
testigo de tan encarnizado combate, arcos, flechas, macanas y escudos rotos
yacen tirados junto a sus dueños, las no
pararan hasta que uno de los dos se retire o caiga la noche que servirá para
retomar fuerza, curar a los heridos, hacer un recuento de prisioneros, cenar y
esperar el nuevo día para continuar.
Los Aztecas casi están derrotados
por sus enemigos, casi son las seis de la tarde, no queda más de hora y media
de lucha cuando de pronto en medio del campo de batalla destaca como un
espejismo un guerrero que luchara valerosamente en las filas Aztecas, al verle
pelear con tal valor y bravura, retoman animo y se engrandecen ante los
enemigos, la sangre ha alimentado ya el campo de batalla formando un lodo
pegajoso y resbaladizo, pequeñas nubes rojas se forman en el cielo, los gritos
retumban y se escuchan a gran distancia, los enemigos al ver a este hombre tan
valeroso y aguerrido se atemorizan y al poco tiempo empiezan a replegarse
dejando como escudos humanos a algunos de los prisioneros desarmados y atados.
Al final del día el victorioso
ejercito azteca saquea y busca a sus heridos, aquel guerrero fue buscado para llevarle ante el emperador
por su gran hazaña no fue encontrado, algunos dijeron que no era un hombre, que
era el dios de la guerra que los acompaño para darles la victoria, otros que
era un príncipe valeroso que había muerto años antes en combate, en ese mismo
lugar, una cosa si es segura... que su hazaña será recordado por muchos, muchos
años.